lunes, 10 de febrero de 2014

En-tren-teniendo

El otro día tocaba visitar a los Grandes Monstruos en el Torneo Zürich, aprovechando que el viaje eran menos de tres horas y que cuando uno vive fuera se vuelve mucho más activo. Para viajar había que tomar una decisión: entre ir en coche o ir en tren (zug en alemán, léase: tsuk), así que me ví en la tontería de decidir si iba en coche o ivanchuk. Me parece que ya estaba claro desde un primer momento.

Por si acaso todavía tenía alguna duda, cuando me disponía a salir de casa el coche estaba completamente congelado, así que me encontré en la necesidad de coger el tren (en alemán: zugzwang). Y me ví obligado a comprarme una tarjeta relativamente asequible que te permite  viajar todo lo que quieras por Suiza durante un día y en todo tipo de tranportes público, incluidos algunos teleféricos y barcos.

Eso del barco me recuerda el primer chiste que me han contado sobre suizos: Está el embajador español en una recepción del Gobierno Suizo y le presentan al Ministro de la Marina. El embajador sorprendido le pregunta:
- ¿Cómo es que en Suiza tienen Ministro de Marina, si no tiene Mar?
- Pues por la misma razón por la que ustedes tienen Ministerio de Educación.
(Lo triste es que casi puedes poner el Ministerio que quieras, empezando por el de Trabajo...)

Siguiendo con la crónica, para llegar al torneo tenía que coger tres trenes: un tren chuchú para bajar al pueblo, otro para ir hasta Zürich desde Lausanne y otro intermedio (en alemán: zwischenzug). Pero bueno, es impresionante la sincronización de reloj suizo de la red de trenes, porque todos los enlaces están pensados. Cuando llegas al pueblo, los trenes al aeropuerto y a las estaciones de esquí salen en menos de diez minutos. Es curioso subirse a un tren lleno de gente con esquís, tablas de snowboard, trineos, raquetas y demás cachibaches. Y más curioso es darse cuenta de que "el raro" es uno mismo.

Después de un par de horas en un asiento bastante incómodo, me encontraba en una ciudad en la que se habla un idioma completamente diferente. No, no se habla alemán, ni siquiera alemán suizo, se habla Züritüütsch. Y en algunos sitios del centro incluso se atreven a escribirlo.

De la estación de tren parte la calle más exclusiva de Zürich donde está el hotel de cinco estrellas donde se celebraba el torneo. Es tan exclusiva que no hay ninguna tienda de Inditex. En muchos de los negocios, te reciben únicamente con cita previa. Cuando miraba el escaparate de una tienda de joyas y relojes para carteros, noté un inconfundible olor a porro. Suiza es un país con una legislación muy relajada respecto al cultivo de marihuana (Alguno pensará que se nota por cómo escribo). Pero viendo los precios de los relojes, me entró la duda de quien estaba más fumao.

El hotel impresionante, en dos palabras. El aparcacoches dejaba los coches de los huéspedes en una calle paralela, donde había un Lamborghini, al menos tres Ferrari, un Lotus, varios Porches Carrera y un Toyota Starlet, que llamaba especialmente la atención. En el vestíbulo varias señoras con bolsos de LV (¿De La Villa?).

Entrando ya en el Torneo, la sala de juego muy bonita pero en mi opinión no muy práctica. Creo que le faltaba algo de luz para no ser un torneo a la ciega. Supongo que el precio a pagar para poder ver bien las pantallas. Mucho público, en una sala no muy amplia. Llegué 15 minutos antes de empezar y casi me quedo fuera. Dos personas se encargaban de mantener el orden en el público, eso sí siempre sonriendo y poniendo buena cara cuando alguien usaba el móvil, por ejemplo. Se podía entrar a la sala únicamente cada 15 minutos y solamente el número de personas que hubiera salido. Bueno, salvo los que estaban al otro lado de la raya: es decir los vip, la organización y los jugadores, que tienen que salir cruzando el público para poder ir al servicio a consultar al Sr. Houdini.

Después de intentar sacar algunas fotos decentes (imposible con tanta gente y tan poca luz), esperé un poco para poder sentarme y ver las partidas. Se podían alquilar cascos por 10 CHF para escuchar lo mismo que gratis por internet (si no te pillaban, claro). Sin dejar nada a cambio, porque aquí a nadie se le ocurre no devolver los cascos en este país tan civilizado. Una vez sentado me fijé que una parte importante del público llevaba allí desde el torneo de Zürich 1953.



Impresionante despliegue de prensa. En el intento de foto, la mitad: los llamados medios de prensa.

Así que cuando ya estaba completamente aburrido, se me ocurrió salir de la sala. Grave error. En esos momentos el final de la cola estuve calculando que tardaría una hora en entrar en la sala, así que me tuve que ir a la sala de los comentaristas, que resultó ser mucho más entretenida. Impresionante ver los comentarios en directo de Peter Leko, y con qué facilidad calcula variantes complicadas como si nada.



La cola de impresión.

Respecto a las partidas, pues me considero un privilegiado al poder asistir en directo al duelo entre Nakamura y Carlsen, que ya ha comentado todo el mundo. Sobretodo por poder ver sufrir un rato a Magnus, que no pasa muy a menudo. En fin, en tutubo lo explican mejor y encima en inglés.

Y sin esperar a que Nakamura se rindiera tuve que volverme para casa, que tenía que coger el tren, que para más inri también pasaba por la ciudad suiza de Zug (en alemán, zugzug, zugzug, zugzug...).

lunes, 27 de enero de 2014

Allende las Montañas

Tras un año de parón -en todos los sentidos- me dió por volver a la competición y pensé: qué mejor lugar para recuperar la tónica habitual, que la Ginebra de toda la vida y si está helada, pues mejor todavía.

Así que me fuí con mi entrenadora personal a pasar el finde a tan ilustre y económica ciudad. Para calentar (es una broma), pasamos el día anterior paseando al aire libre con la inestimable ayuda de un guía navarro ginebroso, a quien prefiero mantener en el anonimato por su bien.

Como muchos otros que llegaron aquí antes que nosotros, lo primero que fuimos a visitar fue un banco. En concreto, un banco del Parc des Bastions que tiene varios tableros de ajedrez gigantes en los que siempre hay gente jugando. ¡Qué tome nota alguien que sea responsable: no hace falta que haga bueno para sacar el ajedrez de las catacumbas!.

Pero bueno, entre los españolitos exportados el parque es más conocido porque un ínclito empresario deportivo vasco saca su mascota a pasear. En fin, que no pude resistir la tentación de hacerme una foto digna de un titular de El Jueves:


Abrazándome con el Rey en el parque por donde pasea el perro de Urdangarin.
NOTA: La foto ha sido recortada para que no salga Torres.

Entrando en materia... el torneo era muy relajado. Empezando porque era partidas de 15' + 3'' y siguiendo con que lo organizaba el Inspector Clouseau. Lo cierto es que era un tipo muy gracioso, que hacía unos comentarios bastante agudos. El punto surrealista fue cuando admitió a uno fuera de plazo y como entonces eramos impares, empezó a pedir algún voluntario que se apuntara. Total, que mucha fama de puntualidad suiza, pero que empezamos casi 20 minutos tarde. Como dicen ellos mismos: son suizos, pero del sur...

Luego mirabas la lista de participantes y ya la cosa se ponía más seria. Si además tenías que pagar los 32 euros de inscripción, pues ya la cosa se iba poniendo incluso tensa. Pero vaya: el torneo, la sala y la organización muy bien, la verdad.

Lo peor la comida. Se jugaba en un hotel de cinco estrellas, así que por 15 CHF (léase Chufos: moneda nacional rebautizada debido a las bofetadas que te pegan: algo más de 12 euros al cambio) el hotel te ofrecía: dos ensaladas o dos sandwiches o uno y uno, por aquello de la dieta equilibrada. Yo creo que la imagen lo explica muy bien:


Obsérvese el tamaño de las servilletas y del pan que acompañaba a las "ensaladas" con respecto a las "ensaladeras" y los "bocatas". Al menos tuvieron el detalle de dejar algo de fruta y agua, que evidentemente volaron. No entiendo como es que nadie se comió las flores que estaban al lado.

Menos mal que nos olíamos la tostada y se nos ocurrió escaparnos al Hogar del Entrecôte, donde por unos modestos 35 euros cada uno (más 5 Euros cada Coca-Cola) comimos a cada filete con patatas que estaba buenísimo, todo hay que decirlo.

Las partidas fueron... bueno no fueron. Teniendo en cuenta que la media de los rivales que me barrieron fue de 2320 y los que consiguieron perder contra mí de 1655, pues eso lo dice todo. Lo mejor es que conseguí rascar algo de la pedrea con el segundo premio de mi tramo y recuperar parte de lo invertido.

Ya lo decía mi amigo Pac, que había que dedicarse a jugar torneos con premios por tramos de Elo, para intentar llevárselos y luego apuntarse a un torneo, hacerlo fatal y volver a bajar de tramo. A lo que yo siempre respondía que esto último no hacía falta, porque seguro que conseguiría bajar simplemente apuntándose a jugar. Así que cumplí perfectamente: me llevé el premio de mi tramo y bajé ELO.

La verdad es que hace ilusión llegar a Suiza y que te den un sobre con dinero para que te lo gastes en cenas en algún Bar. Pero vaya, que si quieres que te llegue para esquiar en helicóptero, mejor que te dediques a algún otro deporte nacional.

Curiosamente me llamó la atención que los premios para los niños también fueran unos sobres con dinero no declarado. Se nota el nivel superior de la educación en Suiza.

La semana que viene quiero ir al Master Challenge de Zürich, el Torneo con el Elo más inflado de la historia. Curiosamente es un cerrado suizo, algo digno de ver, no como los suizos cerrados que dicen que abundan. Además me han avisado de que la ciudad es todavía más cara... 

Os dejo con la posición más interesante que tuve. Juegan negras, que tienen ventaja decisiva, pero están un poco aburridas... claro que según Houdini acerté.


La "solución" en:

(Aviso: spoiler a continuación)

Tengo que reconocer que me falta un tornillo, porque siempre he querido cantar el aria de la Ópera Carmen de Bizet, en la versión para ajedrecistas: TorreA2, lala, TorreA2, TorreA2, TorreA2... pero es una jugada poco habitual. Al menos esta vez pude cantar la otra versión: TorreH2, atacando los dos, TorreH2, TorreH2... Pues eso, para encerrar y tirar la llave al fondo del lago de Ginebra, del que ya se han bebido todo y sólo han dejado los hielos.